El peligro estaba en la división del país. Le angustiaba la miseria extrema y el descubrimiento de sus causas.
“Entre una multitud de pobres, muy pobres, hay una élite de ricos, muy ricos que se benefician de los recursos del país manteniendo a la mayoría en el esclavismo”.
Quería tener una visión directa de la vida que llevaba el campesinado, y se puso a trabajar en un cafetal con ellos, encontrándose de frente con ese esclavismo, lo que le produjo un importante cambio en la orientación de su trabajo. Desde entonces, se dedicó a la defensa del grupo étnico más numeroso y más pobre de Guatemala: los mayas.
En Alta Verapaz (en esta zona es donde nuestra ONG participa en el proyecto de comedores nutricionales), los mayas mantenían grandes extensiones de terreno como propiedad comunitaria, hasta que una reforma socioeconómica, llevada a cabo por los gobiernos liberales de la segunda mitad del siglo XIX, les quitó las tierras para repartirlas entre los más poderosos. Algunos quedaron en la zona hundidos en la miseria, y otros huyeron al Quiché, a las tierras selváticas de Ixcán, donde intentaban sobrevivir.
Los mayas tenían un gran sentido de la solidaridad y de la vida en común, y eso lo pudo comprobar cuando un día Luís recibió una propuesta que cambiaría para siempre su vida.
Treinta hombres habían ido a visitarle, ese día de Agosto de 1962, para hablar con él. Todos eran indígenas “Queremos su ayuda, padre. Queremos crear una cooperativa”. Fabián hablaba en nombre de los demás.