"Y tú.. ¿A quién rezas? A Diosito -respondió el niño-; ¿Y qué le pides?
Le pido pancito". Pan era lo que pedía el niño. No una videoconsola ni
un smartphone.
Quien lo cuenta es el Padre Juan, en cuyo lugar de su Misión la gente
trabaja, de sol a sol, siete días a la semana por un salario de miseria
y que, si no trabajan, no comen. Gente muy pobre que se levanta cada
día con el único objetivo de llegar por la noche a su "casucha", con solo
algunas horas de agua corriente, casi sin desagües, con un pan, como
decía el niño, bajo el brazo.
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