A esos desconocidos que se fueron
Hijos de la lluvia, el
viento y el barro,
que cubrieron extensas
latitudes,
sobre las márgenes de lugares imprevistos.
Sois ahora,
huéspedes dormidos
de la tormenta,
que en su huida
despertó al dragón.
Sois cuerpos desplazados
por la fuerza del impulso
y abrazados,
camináis yertos
hacia la senda de lo
desconocido.
Mientras, el barranco
abriendo bocas,
contemplaba los tiempos del
hombre
a su antojo,
derramando sin piedad,
vidas, ilusiones y anhelos.
Los hijos de la lluvia,
no saben todavía
donde termina el camino,
mientras el mundo los busca
a través de la noche,
con la ansiedad constante
de un devenir incierto.
Y ante la expectante mirada
del hombre
que no entiende,
van unidos de la mano
y cabalgando
sobre cañas y barros,
llegan al mar abierto,
donde la “paz” abre sus
brazos.
Al ritmo de las olas,
siguen al sueño vespertino
de su último destino.
Y en libertad,
los Hijos de la lluvia
y el viento,
rompen cadenas,
dejando atrás el barranco
despoblado de vida.
Abajo,
donde el caudal abarca
recuerdos y vida,
donde la profunda ciénaga
cubre el espacio,
el mundo va girando.
Ellos,
los hijos de la lluvia, el
viento y el barro
se preguntan:
¿Por qué?
Nadie les responde
Y el resto de la humanidad
sigue su camino.
Mensaje para los que se quedaron
El torrente del agua,
desciende en vertiginoso encuentro
hacia su cauce.
El pueblo,
sobre la tierra yerma que el lodo cubre
se estremece.
El entorno
-desguarnecido espacio
de pájaros sin nombre-,
se vuelve negro
Vosotros,
los que quedasteis aquí
y asumís el inhóspito legado,
y
camináis por la vereda vacilante
donde
la “incertidumbre” os acompaña,
¡sabed
que no estáis solos ¡
Como huérfanos de vida,
os contempláis unos a otros
y preguntáis:
y los otros hermanos que faltan,
¿Dónde
están?
A vosotros,
que seguís estando aquí
y
navegáis ahora a tiempos de infinito,
arrastrando enjambres de cañas y barro,
sobre vuestra extensa población,
os hablo desde la lejanía,
mientras
el sentimiento me acompaña.
Amigos:
ante la visión
de imágenes sangrantes,
convertí la ira en mi espacio,
que oculto se mantuvo intermitente.
Cada día, cada noche
contemplo los rostros apagados,
con el corazón herido,
ante las puertas de las casas.
Y así un día, dos, tres…
Reiteradas visiones,
pasan como celuloides malditos
ante mi
y pienso:
no, no quiero alimentar mi ira.
Cierro la emisión, pero
vuelvo más tarde – y me digo:
no, no puedo abandonar al pueblo.
Enciendo otra vez la conexión
y el panorama se hace extenso.
Subo el volumen.
¡No salgo de mi asombro ¡
A lo largo de aledaños colindantes.
los peregrinos en manada
cruzan puentes,
camino de los pueblos
al ritmo de una vieja melodía.
Con solo un palo y un rastrojo,
junto a otros mandos
y autoridades,
mueven voluntades a su paso.
Hablo conmigo misma
una vez más.
¡No salgo de mi asombro!
La cola interminable camina por la pasarela,
para hundir sus botas
en el fango y lodo ennegrecido.
Y el pueblo al pueblo,
ofrece su canción
y juntos en cadena,
raspan la tierra sin descanso
buscando las raíces subyacentes
de ayer.
Sí, de ayer amigos.
Solo unas horas apretadas de tiempo,
separa al pueblo de la vida,
“cuando era vida”.
Y los veo
desde este sillón confortable,
sintiendo mi pecado.
Y ellos,
en el cruce de los barrios
y en la cúspide del lodo que
vomitan,
esperan respuestas adecuadas,
mientras lentamente van fluyendo,
ante la ingente marea
que se avecina,
por las márgenes
de los pueblos inundados.
Y en la noche oscura del recuerdo
en profunda soledad
allí donde subyace el miedo,
esperan que salga el resplandor,
hundiendo con rabia al Dios de barro,
que adormecido,
volverá a su cauce desterrado.
Ellos,
esperando el retorno
de sus
seres queridos,
-vivos o muertos-,
alimentan
plegarias
y
esperanzas,
mientras
el frio de la noche,
hace tiritar sus cuerpos.
La vida también nace
en ese instante
y en medio de la tormenta,
el “hijo del caos “viene al mundo
“Pau”-, dicen que se llama.
El hombre,
ante ese lobo que subyace
en la caverna de su piel,
se enfrenta al lobo hermano,
trascendiendo
los márgenes permitidos,
para usurpar lo poco que le queda al pueblo:
“Su
dignidad”.
El pueblo,
como peregrino errante,
camina hacia el campo de la incomprensión.
Aunque ahora
la vida en jirones
se desprende
y no veis luz en el camino,
solo casas deshabitadas,
mañana la tierra
olvidará,
que sus huéspedes pecaron,
usurpando el terreno
a su antojo.
Y la luz
al final del camino
Volverá:
“Hermanos”
Ya no tengo verbos que ofrecer
consonantes ni palabras.
No tengo riquezas que daros
hermanos,
solo mi abrazo y mi arte
MAYKA
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