domingo, 29 de diciembre de 2024

Poesía para la "Dana"

 

Cuando la emotividad no se puede expresar fácilmente surge, la poesía.
Algo como esto: 

A esos desconocidos que se fueron

Hijos de la lluvia, el viento y el barro,

que cubrieron extensas latitudes,

 sobre las márgenes de lugares imprevistos.

 

Sois ahora,

huéspedes dormidos

 de la tormenta,

que en su huida

despertó al dragón.

 

Sois cuerpos desplazados

por la fuerza del impulso

y abrazados,

camináis yertos

hacia la senda de lo desconocido.

 

Mientras, el barranco

abriendo bocas,

contemplaba los tiempos del hombre 

a su antojo,

derramando sin piedad,

vidas, ilusiones y anhelos.

 

Los hijos de la lluvia,

no saben todavía

 donde termina el camino,

mientras el mundo los busca

a través de la noche,

con la ansiedad constante

de un devenir incierto.

 

Y ante la expectante mirada del hombre

que no entiende,

van unidos de la mano

y cabalgando

sobre cañas y barros,

llegan al mar abierto,

donde la “paz” abre sus brazos.

 

Al ritmo de las olas,

siguen al sueño vespertino

de su último destino.

 

Y en libertad,

los Hijos de la lluvia

y el viento,

rompen cadenas,

dejando atrás el barranco

despoblado de vida.

 

Abajo,

donde el caudal abarca

recuerdos y vida,

donde la profunda ciénaga

cubre el espacio,

el mundo va girando.

 

Ellos,

los hijos de la lluvia, el viento y el barro

se preguntan:

¿Por qué?

Nadie les responde

Y el resto de la humanidad

sigue su camino.

 




 


Mensaje para los que se quedaron

El torrente del agua,

 desciende en vertiginoso encuentro

hacia su cauce.

 

El pueblo,

 sobre la tierra yerma que el lodo cubre

se estremece.

 

El entorno

-desguarnecido espacio

de pájaros sin nombre-,

se vuelve negro

 

Vosotros,

los que quedasteis aquí

y asumís el inhóspito legado,

y camináis por la vereda vacilante

donde la “incertidumbre” os acompaña,

¡sabed que no estáis solos ¡

 

Como huérfanos de vida,

os contempláis unos a otros

y preguntáis:

y los otros hermanos que faltan,

¿Dónde están?

 

 

A vosotros,

que seguís estando aquí

 y navegáis ahora a tiempos de infinito,

arrastrando enjambres de cañas y barro,

sobre vuestra extensa población,

os hablo desde la lejanía,

 mientras el sentimiento me acompaña.

 

Amigos:

ante la visión

de imágenes sangrantes,

convertí la ira en mi espacio,

que oculto se mantuvo intermitente.

 

Cada día, cada noche

contemplo los rostros apagados,

con el corazón herido,

ante las puertas de las casas.

 

Y así un día, dos, tres…

Reiteradas visiones,

pasan como celuloides malditos

ante mi

y pienso:

no, no quiero alimentar mi ira.

 

Cierro la emisión, pero

vuelvo más tarde – y me digo:

no, no puedo abandonar al pueblo.

 

Enciendo otra vez la conexión

y el panorama se hace extenso.

Subo el volumen.

¡No salgo de mi asombro ¡

 

A lo largo de aledaños colindantes.

los peregrinos en manada

cruzan puentes,

 camino de los pueblos

al ritmo de una vieja melodía.

Con solo un palo y un rastrojo,

junto a otros mandos

y autoridades,

mueven voluntades a su paso.

 

Hablo conmigo misma

una vez más.

¡No salgo de mi asombro!

 

La cola interminable camina por la pasarela,

para hundir sus botas

en el fango y lodo ennegrecido.

 

Y el pueblo al pueblo,

ofrece su canción

 y juntos en cadena,

raspan la tierra sin descanso

buscando las raíces subyacentes

de ayer.

Sí, de ayer amigos.

Solo unas horas apretadas de tiempo,

separa al pueblo de la vida,

“cuando era vida”.

 

Y los veo

desde este sillón confortable,

sintiendo mi pecado.

 

Y ellos,

en el cruce de los barrios

y en la cúspide del lodo que vomitan,

esperan respuestas adecuadas,

mientras lentamente van fluyendo,

ante la ingente marea

que se avecina,

por las márgenes

de los pueblos inundados.

 

Y en la noche oscura del recuerdo

en profunda soledad

allí donde subyace el miedo,

esperan que salga el resplandor,

hundiendo con rabia al Dios de barro,

que adormecido,

volverá a su cauce desterrado.

 

Ellos,

 esperando el retorno

de sus seres queridos,

 -vivos o muertos-,

alimentan plegarias

y esperanzas,

mientras el frio de la noche,

 hace tiritar sus cuerpos.

 

La vida también nace

en ese instante

y en medio de la tormenta,

el “hijo del caos “viene al mundo

“Pau”-, dicen que se llama.

 

El hombre,

ante ese lobo que subyace

en la caverna de su piel,

se enfrenta al lobo hermano,

trascendiendo

los márgenes permitidos,

para usurpar lo poco que le queda al pueblo:

 “Su dignidad”.

El pueblo,

como peregrino errante,

camina hacia el campo de la incomprensión.

Aunque ahora

la vida en jirones

se desprende

y no veis luz en el camino,

solo casas deshabitadas,

mañana la tierra olvidará,

que sus huéspedes pecaron,

usurpando el terreno

a su antojo.

Y la luz

al final del camino

Volverá:

 

“Hermanos”

Ya no tengo verbos que ofrecer

consonantes ni palabras.

No tengo riquezas que daros hermanos,

solo mi abrazo y mi arte

                                                                                                            MAYKA

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